Thursday, February 13, 2020
Tuesday, July 15, 2008
Saturday, May 31, 2008
humo
El arte ha remitido, y la susceptibilidad estética, como el humo de un cigarro en una habitación, recorre el paisaje desartizado dibujando la estela de esta desaparición.
“Se perdió lo que habíamos amado. Estamos en un desierto. ¡Lo que tenemos ante nosotros no es más que un cuadrado negro sobre un fondo blanco!”. Con estas palabras conjetura Malevíc lo que debió pensar el público y la crítica ante la aparición de su pintura suprematista, que sin lugar a dudas constituye uno de los hitos centrales del proceso de desartización. Malevíc se refiere una y otra vez a su pintura como un desierto, como el resultado de la deserción de lo figurativo, de la representación objetiva de la realidad, que no considera decisiva. “Decisiva es en cambio, la sensibilidad; a través de ella el arte llega a la representación sin objetos, al suprematismo. Llega a un desierto donde nada es reconocible, excepto la sensibilidad”. La sensibilidad de la que habla Malevíc no es otra cosa que el juego de relaciones estéticas que edifican el sentido de la obra y que empiezan a ser consideradas el verdadero espectáculo.
Esta atención a lo que sucede por debajo de la obra de arte hace que los propios artistas vayan aligerando al arte de su instancia material con el fin de que pueda llegar incluso a transparentar ese suceso estético intestino. Tan infinitesimal llega a ser la presencia de lo artístico que, para advertirlo, se hace necesaria la aparición de la categoría Duchampiana de lo infraleve. “Lo posible es un infraleve” nos dice Duchamp, “la posibilidad de que varios tubos de colores lleguen a ser un Seurat es la explicación concreta de lo posible”. Así pues, lo infraleve tiene lugar en ese espacio intermedio en que las cosas aún no han llegado a adquirir su forma definitiva: “Al implicar lo posible, el llegar a ser, el paso de lo uno a lo otro tiene lugar en lo infraleve”
Para ilustrar esta categoría de lo infraleve, Duchamp nos facilita un catálogo de infraleves entre los que encontramos;
· El sonido del roce de los pantalones al caminar
· El calor que queda en el asiento que dejas
· Un dibujo al vapor de agua
· El sabor a humo que queda en la boca al fumar
Y c´est voila! El mismísimo Duchamp es quien confirma nuestras sospechas: El humo es una sustancia infraleve. Y comoquiera que el humo es infraleve e infraleve es lo posible, el silogismo está servido.
El humo asciende consumando su discurso errático a través del espacio. Se apodera de los espacios intermedios y ensaya en ellos la inagotable potencialidad del vacío. Fantasea las formas de todo aquello que falta donde nada hay. Contemplándolo, comprendemos lo que Duchamp veía en el arte de Alexander Calder; “La sublimación de un árbol en el viento”.
La potencialidad de la nada es infinita, y si Bergson llevaba razón y la duración diferencia al juego estético quizá hayamos encontrado uno de los motivos del desvanecimiento del objeto artístico. Duchamp ya ha apuntado en su definición del arte de Calder, que este es un desvanecimiento por sublimación, entendida esta como el proceso físico por el cual una materia pasa directamente de su estado sólido a su estado gaseoso. Vapor de agua.
“Se perdió lo que habíamos amado. Estamos en un desierto. ¡Lo que tenemos ante nosotros no es más que un cuadrado negro sobre un fondo blanco!”. Con estas palabras conjetura Malevíc lo que debió pensar el público y la crítica ante la aparición de su pintura suprematista, que sin lugar a dudas constituye uno de los hitos centrales del proceso de desartización. Malevíc se refiere una y otra vez a su pintura como un desierto, como el resultado de la deserción de lo figurativo, de la representación objetiva de la realidad, que no considera decisiva. “Decisiva es en cambio, la sensibilidad; a través de ella el arte llega a la representación sin objetos, al suprematismo. Llega a un desierto donde nada es reconocible, excepto la sensibilidad”. La sensibilidad de la que habla Malevíc no es otra cosa que el juego de relaciones estéticas que edifican el sentido de la obra y que empiezan a ser consideradas el verdadero espectáculo.
Esta atención a lo que sucede por debajo de la obra de arte hace que los propios artistas vayan aligerando al arte de su instancia material con el fin de que pueda llegar incluso a transparentar ese suceso estético intestino. Tan infinitesimal llega a ser la presencia de lo artístico que, para advertirlo, se hace necesaria la aparición de la categoría Duchampiana de lo infraleve. “Lo posible es un infraleve” nos dice Duchamp, “la posibilidad de que varios tubos de colores lleguen a ser un Seurat es la explicación concreta de lo posible”. Así pues, lo infraleve tiene lugar en ese espacio intermedio en que las cosas aún no han llegado a adquirir su forma definitiva: “Al implicar lo posible, el llegar a ser, el paso de lo uno a lo otro tiene lugar en lo infraleve”
Para ilustrar esta categoría de lo infraleve, Duchamp nos facilita un catálogo de infraleves entre los que encontramos;
· El sonido del roce de los pantalones al caminar
· El calor que queda en el asiento que dejas
· Un dibujo al vapor de agua
· El sabor a humo que queda en la boca al fumar
Y c´est voila! El mismísimo Duchamp es quien confirma nuestras sospechas: El humo es una sustancia infraleve. Y comoquiera que el humo es infraleve e infraleve es lo posible, el silogismo está servido.
El humo asciende consumando su discurso errático a través del espacio. Se apodera de los espacios intermedios y ensaya en ellos la inagotable potencialidad del vacío. Fantasea las formas de todo aquello que falta donde nada hay. Contemplándolo, comprendemos lo que Duchamp veía en el arte de Alexander Calder; “La sublimación de un árbol en el viento”.
La potencialidad de la nada es infinita, y si Bergson llevaba razón y la duración diferencia al juego estético quizá hayamos encontrado uno de los motivos del desvanecimiento del objeto artístico. Duchamp ya ha apuntado en su definición del arte de Calder, que este es un desvanecimiento por sublimación, entendida esta como el proceso físico por el cual una materia pasa directamente de su estado sólido a su estado gaseoso. Vapor de agua.
Sunday, April 13, 2008
Thursday, April 10, 2008
Saturday, March 08, 2008
Friday, February 01, 2008
(...)
En los intensos y nebulosos reinos de lo ienfable la palabra acecha de todos modos. <<>>, dice Nietzsche. Pero la experiencia artística, con todo abra la brecha por la que la palabra que glosa se precipita....
Signos estéticos y teoría
Lluís X. Álvarez
Todo lo totalmente verdadero se encuentra más allá de la posibilidades lingüisticas
El libro de Hrabal (?)
Peter Esterházy (?)
wow! (6EQUJ5)
Simplemente se habian estabilizado las fuerzas que hacian que todo esto fluyera.
Hablar solo puede tener más o menos sentido.
Wow!
Siempre he querido escribir wow! al margen de un mensaje llegado desde el lugar más lejano del universo que pudiera imaginar...aún sin estar muy seguro de saber si significa algo o si iba dirigido a mi o si simplemente me he cruzado en su trayectoria.
Es sano dejar de vez en cuando una frase a medias o cometer algún error garrafal voluntariamente aunque sólo sea para ver si hay alguien realmente escuchando al otro lado. Es saludable ejercitar la función fática del lenguaje mucho más honestamente de lo que solemos hacerlo por miedo a descubrirnos hablando solos.
No hablar hasta que a uno le preguntan puede resultar casi un descenso a los más infraleves alcances de la cortesía, como de hecho lo es no pisar la hierba. (Köszönöm)
Hablar solo puede tener más o menos sentido.
Wow!
Siempre he querido escribir wow! al margen de un mensaje llegado desde el lugar más lejano del universo que pudiera imaginar...aún sin estar muy seguro de saber si significa algo o si iba dirigido a mi o si simplemente me he cruzado en su trayectoria.
Es sano dejar de vez en cuando una frase a medias o cometer algún error garrafal voluntariamente aunque sólo sea para ver si hay alguien realmente escuchando al otro lado. Es saludable ejercitar la función fática del lenguaje mucho más honestamente de lo que solemos hacerlo por miedo a descubrirnos hablando solos.
No hablar hasta que a uno le preguntan puede resultar casi un descenso a los más infraleves alcances de la cortesía, como de hecho lo es no pisar la hierba. (Köszönöm)